El
hombre ha estado históricamente hambriento, no sólo por el hambre fisiológica
que ha estado presente en la historia de diversas regiones del mundo, sino que
hay que incluir el hambre de saber cuál es el origen de todo, ¿Quién soy? ¿por
qué existo? ¿hacia dónde voy?
El
Salmista es claro en su cuestión ante Dios: “¿Qué es el hombre para que te
acuerdes de él?” (Sal 8, 4), sin embargo, a pesar de lo diminuto que es el
hombre para Dios, y a pesar del destierro que el mismo hombre ha elegido al
optar de manera deliberada por el pecado, Dios sigue acordándose del hombre, ha
estado y sigue estando presente en su historia, en los grandiosos momentos de
su historia, pero también, ha estado presente en ingratos momentos, algunas
veces de manera silenciosa, otras veces manifiesta claramente su gloria con
hechos inexplicables, pero se ha mantenido presente en la existencia humana.
Dios
ha estado presente, desde la creación, donde en su designio amoroso ha querido
convocar a su Pueblo, por medio de los Patriarcas y Profetas; desde la
encarnación de su Hijo Amado Jesucristo, quien con su Vida proclamó el Reino de
Dios y con su Muerte y Resurrección nos ha redimido y hemos nacido como Rebaño
suyo, pero también, desde la manifestación gloriosa del Espíritu Santo, con
quienes hemos sido impulsados para encontrarnos con Cristo, y también hemos
sido impulsados en nuestra Misión de llevar a Cristo a todos los pueblos.
Hoy
la Palabra nos recuerda algo muy importante: Jesús, el Pan de Vida Eterna, está
presente para saciar el hambre que existe en nuestro mundo, hambre fisiológica,
donde no hay cómo comer y vivir, por las pésimas políticas implementadas por
quienes tienen el poder político y económico; hambre existencial, donde el
hombre se encuentra confundido, ante tantas ideologías que pretenden imponerse
por encima de la dignidad humana; hambre moral, donde el hombre se encuentra
confundido ante un mar de pensamientos donde el mal es un prestigio y honor,
pero el bien es un delito e ingratitud; hambre de ser alguien, donde el valor
de la vida ha sido puesto por el suelo. ¿Qué pan saciará tanta hambre? Es el
mismo Jesús, quien ofrece y se ofrece como el Pan de Vida Eterna.
El Pan de la Fortaleza ante un largo
camino
En
la Primera Lectura, tomada del Primer Libro de los Reyes, nos encontramos con
un pasaje de la vida del profeta Elías; un Elías desanimado y fatigado por lo
largo que ha sido el camino, pero sin comprender que el camino es más largo y
pesado que sus propias fuerzas. ¿Dónde se encuentra Dios en un camino pesado?
¿Dónde está Dios cuando no deseo vivir? ¿Dónde está Dios cuando no le encuentro
sentido a tanto caminar? Elías no quería vivir, se sentía desgraciado e
indigno, no quería continuar.
Sin
embargo, en medio del descanso, el Ángel del Señor le entregó un pan que le dio
fortaleza, le animó a seguir el camino hacia el Monte del Señor, y le recordó y
le animó con una gran verdad: “Levántate, come, que el camino es superior a tus
fuerzas” ¿Qué hubiese pasado si Elías se hubiese quedado atascado porque el
camino era superior a sus fuerzas? El Pan que Dios le dio a Elías y la bebida
que lo refrescó, le animó para caminar cuarenta días y cuarenta noches, hasta
llegar al Monte de Dios, su verdadero destino.
En
el mundo, muchos son los caminos por los que el hombre transita, muchos son los
tropiezos y muchos los momentos en donde nos sentimos indignos de ser felices,
incapaces de seguir caminando e indignos de existir. Hoy el Señor nos da un Pan
que nos fortalece para seguir caminando, no importa lo largo que sea el camino,
pero el destino último del hombre no es estar atascado ni sentirse indigno de
existir, el fin último del hombre es ser feliz, y esa felicidad está en Dios,
en este Dios que nos ama y está presente en esta historia, en este largo
camino, en este Dios que nos da un Pan para seguir caminando, nos da una bebida
que nos refresque para seguir andando hacia nuestra felicidad.
¡No
temas por lo largo y tedioso que pueda ser el camino! Aunque el camino sea superior
a tus fuerzas, Dios te dará el Pan que te fortalecerá para ser feliz, porque
los sufrimientos que padeces en estos momentos no son eternos, por mucho que
parezcan, tu fin último no es el sufrimiento, sino la felicidad, y ésta se
construye por medio del Amor que Dios infunde en ti para seguir.
El Pan de una Cristiandad Auténtica
En la Segunda Lectura, Pablo anima a los Efesios, y el resumen de todo esto está en una frase, que, aunque parezca simple, contiene lo que significa ser un auténtico cristiano: “Sed imitadores de Dios”. Estamos en un mundo, en donde el pelagianismo, el gnosticismo y el pelagianismo han vuelto a relucir con distintos líderes y diversos ideales, parece que ya no vale la pena ser cristianos, es mejor ir con el mundo, que nos lleve la corriente, no importa que el mundo vaya a un barranco; todo esto resulta erróneo, ¡Es el momento de la cristiandad auténtica!
Nos
encontramos en un mundo, amargado y lleno de odio, en donde muchas ideologías
pretenden amargar a los cristianos con su ira y resentimiento; es la hora de
que el cristianismo auténtico reluzca con la alegría de seguir a Cristo, y esta
alegría nos la recuerda Pablo: “Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a
otros como Dios os perdonó en Cristo”. Ante este mundo enfadado, lleno de
insultos y maldades, debemos ser radicales, llevar el Evangelio con nuestro
testimonio.
Ser
auténticamente cristianos no significa que tenemos prohibida la tristeza en
nuestra vida, es algo insólito, pues es una emoción que todos tenemos, el problema
es que esa tristeza se convierta en melancolía, es peligroso. Nuestra tristeza
se debe convertir en compasión por aquellos que sufren y nuestra rabia se debe
convertir en la valentía de denunciar este mundo lleno de maldad, y convertirlo
en el mundo donde reine la civilización del amor. El Amor lo cambiará todo. Ante
esta hambre que el mundo padece, debemos ser los cristianos, que, con el Pan de
la Cristiandad auténtica, alimente al mundo, y lo sacie con el amor de Cristo.
¿Quién es Jesús en el hambre que
vivimos?
Juan
Pablo II, decía que el hambre del hombre y la necesidad de Dios era tan grande,
que se convertía en algo físico: «A través de la comida mística de la comunión con Dios, “el
alma se aprieta” contra Dios». «No es una casualidad si habla de un abrazo, de
un apretón casi físico: Dios y el hombre ya están en plena comunión». Ante
el hambre existente en nuestra vida, cabría la pregunta que se hacían en el
pasaje evangélico que hoy hemos escuchado, ¿Quién es este que ahora dice que ha
bajado del cielo? Pues, en nuestra vida, es bueno preguntarse, ¿Quién es Jesús
para mi vida?
Nadie viene a Jesús si el Padre no lo atrae, y precisamente,
el Papa Benedicto XVI nos recuerda la razón por la cual nosotros somos
cristianos, y precisamente no es por una decisión ideológica o ética, sino por
el encuentro con el Gran Acontecimiento de la historia de nuestras vidas, no
somos cristianos porque simplemente lo decidimos sino porque nos encontramos
con Cristo Jesús. Este encuentro nos hace creer, y esta acción nos permite
entrar a la Eterna Felicidad, la “Vida Eterna”. Jesús es el Pan de Vida que nos
da la verdadera felicidad.
San
Juan Pablo II decía “La presencia eucarística nos recuerda que el Dios de
nuestra fe no es un Dios lejano, sino un Dios muy próximo cuyas delicias son
estar con los hijos de los hombres. Un padre que nos envía al Hijo para que
tengamos vida y la tengamos en abundancia. Un Hijo y hermano nuestro que con su
Encarnación se ha hecho verdaderamente Hombre sin dejar de ser Dios, y ha
querido quedarse entre nosotros hasta la consumación del mundo”. ¡Él es Jesús! Aquel
hombre que, siendo Dios no nos abandona y quiere saciar el hambre del mundo,
porque Él es el Pan de Vida Eterna.
No
es el aborto, la eutanasia, la ideología de género, el comunismo o el
capitalismo, o cualquier Pan disfrazado, el que saciará el hambre del mundo, es
Jesucristo mismo quien se ofrece como Alimento. La Carne de Jesús no recuerda
que también somos de carne, y Él se encarnó para formar parte de nuestra
historia. Ésta es la Carne que alimenta, el Pan que nos sacia, la bebida que
nos fortalece. Hoy el mundo sufre una agonía, por tantos ideales que se imponen
sobre el hombre, hoy existe otro tipo de esclavitud, y muchos tipos de hambre.
Somos nosotros los cristianos, quienes debemos dar a conocer a Jesús como el
verdadero alimento que nos saciará. Hoy, en el hambre espiritual que estás
padeciendo, a pesar de que sientas que ya no puedes más, Jesús viene para
decirte “el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo”.